¡Que mandamiento más apremiante! Aún el más sabio en esta tierra debería obedecer a este llamado y mirar al Señor quien es el creador.
Sin embargo, el conocimiento, el orgullo y la soberbia de la humanidad los ha llevado a acumular para si tesoros, a edificar fortalezas y hacer del dinero su más preciada riqueza.
El alcance de la ciencia ha cerrado el entendimiento de muchos y en vez de hacerse sabios se han hecho necios.
Piensan en todo lo que harán, viven para si mismos sin pensar en el prójimo e ignoran que un día el Gran Juez, justo y salvador, llamará a todas las generaciones al estrado.
Mirar al Señor, querida amiga, implica reconocer su soberanía, su poder y gloria. Es ser honestas con Él y con nosotras mismas, de que el control de nuestras vidas no se encuentra en nuestras manos.
Mirar al Señor, significa que con amor, ternura y madurez aceptamos que la vida no se trata de mi sino del Señor.
Mirarlo a El es recordar que Cristo murió en una cruz por mis pecados y me enseñó lo que significa el verdadero amor, la humildad y el sacrificio.
Mirar al Señor es admitir que justo lo que tengo hoy es suficiente para vivir, porque así lo ha determinado mi Dios.
Mirar al Señor lo hacemos segundo a segundo de nuestras, previendo que en ningún parpadeo halla riesgo alguno de perder la bendición de estar bajo su resguardo.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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