La parábola de los dos deudores que se encuentra en Mateo 18:21-35 aunque habla del perdón, también me hace reflexionar sombre, la misericordia y la piedad, y aún más en estos tiempos, donde el egoísmo ha tomado su protagonismo.
Así como el Señor a través de su grande amor, se ha compadecido y ha tenido misericordia de mi durante toda mi vida; también yo la debo tener con los demás, y no solo con mis hermanos en Cristo, sino con todo ser humano.
El dolor de mi prójimo debe despertar en mi un piadoso sentimiento de compasión y misericordia, que me impulse a orar por ellos y a ayudarles en cuanto esto sea posible, aun si he de contar entre ellos, los que se hacen llamar mis enemigos.
Pablo dice en 1 Corintios 13 que el amor es bondadoso, por ende, el fruto de este será compadecerme de todo aquel que necesite de misericordia.
Alegrarnos del mal ajeno es el típico comportamiento del enemigo. Es la característica de un no nacido en el espíritu. Si eres hija de Dios, tu sentir debe ser semejante al del Señor Jesucristo, quien amo tanto al mundo que dio su vida en rescate de muchos. 1 Timoteo 2:6
Por lo tanto, querida amiga, utilicemos todas nuestras fuerzas, deseos, mente y pensamientos en orar por nuestro prójimo, en desear lo mejor para ellos, en alegrarnos de sus triunfos, en vez de criticar, burlarnos o alegrarnos del mal ajeno.
He leído muchas veces algo con lo cual estoy totalmente de acuerdo y es que orar por otros, también es una muestra de amor.
Así que, Demostremos la compasión y la misericordia que un día el Señor tuvo por nosotras rescatándonos de nuestra vana manera de vivir. Se ejemplo vivo del Señor Jesucristo.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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