Continuando con nuestro tema “La mujer Bienaventurada” hoy veremos “Mujer, llora con tristeza piadosa” Mateo 5:4 dice “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”
El llanto es la causa de un dolor o sufrimiento. Todas hemos llorado. Algunas, por consecuencias del pecado o por consecuencias que acarrea la vida normal, como la muerte o enfermedad. Lo expresamos por medio de lágrimas, quejumbres y lamentos.
Pero esta bienaventuranza no habla de este tipo de llanto. Habla del llanto por el pecado, llorar con tristeza piadosa que es la producida por el genuino arrepentimiento. 2 Corintios 7:10. Esta es la segunda característica de los ciudadanos del reino celestial de Cristo mientras estemos en esta tierra. Llorar por aquello que Dios aborrece.
En el reino celestial el pecado no existirá jamás, ya que este es sinónimo de maldad, perversión y engaño y Dios es Santo. Por lo tanto, es tan importante llorar desde ya, para cuando llegue el tiempo disfrutar de la eterna felicidad.
Esta fortuna no sugiere que las tragedias de la vida traigan bendición como un mero pago por el dolor. A donde nos dirige es hacia una conciencia sensible al pecado y una angustia debido a dicho pecado.
Santiago 4:9 dice “Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza” NVI
Quienes lloran reconocen quienes son; ven un propósito en el dolor y el sufrimiento; y permiten que ese dolor glorifique a Dios.
Es a ellos quienes el Espíritu Santo consolará, alentará y animará por la convicción de pecado, que también produce dolor interior por el pecado. Y este consuelo será para preservarlos aun en medio de los sufrimientos y dolores que acarrea la vida.
No debemos centrar la interpretación de esta fortuna en la consecuencia del dolor, sino en el consuelo que acompaña en todo este largo proceso a la mujer creyente.
Así que siéntete afortunada amada mía cuando tu corazón anhele la justicia y la paz, repudiando el pecado y todo lo que este significa.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.

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