El ayuno es la tercera y última forma de hipocresía religiosa en nuestro estudio que el Señor Jesucristo denunció. El quería recalcar un intento deliberado a través del ayuno para crear una apariencia de este.
Los hipócritas desfiguraban sus rostros cuando ayunaban para parecer desaliñados, pálidos y dolidos; Pero Jesús dice que es ridículo intentar parecer santo.
El verdadero ayuno es una disciplina espiritual exclusiva del creyente y Dios, que se hace en secreto, sin dar ninguna apariencia de ello y sin gritarlo a los cuatro vientos. Se hace para acercarnos más a Dios.
¡Unge tu cabeza y lava tu rostro! es la recomendación del Señor para aparecer a los demás de una manera normal después del tiempo del ayuno; Es suficiente con que el Padre lo sepa, al fin y al cabo, es para el que se hace, además, nuestra recompensa será mejor que la aprobación de los demás.
El Señor Jesucristo nos da el ejemplo de ayuno cuando dedicó 40 días de su vida para prepararse para el ministerio, fortalecer su alma y enfrentarse a satanás (Mt 4:1-2) y daba por sentado que sus discípulos también lo harían.
En síntesis, el Señor Jesucristo enfatiza que no es el ayuno el que conmueve a Dios, sino por el corazón de su pueblo que se vuelve a Él. La procedencia del ayuno debe ser la adecuada; de lo contrario, pierde su valor.
Una mujer cristiana busca su crecimiento espiritual en secreto, a solas con el Padre. Ella busca que la luz de la Gloria de su Señor alumbre su rostro y pueda ser transformada conforme a la voluntad de Dios. En su ser no alberga ningún sentimiento de falsa piedad que la lleve a anhelar algún tipo de reconocimiento o aplausos de los demás por sus deberes y responsabilidades espirituales.
Que el Señor nos ayude a realizar un ayuno correcto y con el único propósito de acercarnos cada día más a él, buscando hacer siempre con humildad y sinceridad, su voluntad.
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