Como Hijas del Señor, y conscientes de nuestra identidad en el Señor, debemos estar orientadas hacia el futuro, con la mirada en Cristo, a la espera de Él y del día de su regreso.
Filipenses 3:20 dice “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo”
El texto aquí en griego expresa una colonia de extranjeros, ¿Extranjeros? ¿Cómo un ser humano puede ser extranjero en su propia tierra? sí, porque no se refiere a ser extranjeras terrenales, sino extranjeras espirituales.
En el momento que aceptamos a nuestro Señor Jesucristo, como nuestro Señor y salvador, somos parte de la esposa del Cordero, “la iglesia” quien es, esa colonia de extranjeros que a su vez son peregrinos, viviendo en esta tierra aguardando la llegada de su amado Salvador”
Esto no quiere decir que no seamos ciudadanas de cada país, en donde por voluntad de Dios hemos nacido, ni mucho menos esta palabra nos da pie para desacatar las normas y autoridades, que también son puestas y designadas por Dios. al contrario, como ciudadanas de los cielos debemos dar ejemplo acatando las leyes vigentes; siempre y cuando estas nos se opongan a Dios.
“Simplemente somos una colonia del cielo aquí en la tierra” nuestro Salvador es Cristo y Su morada está en los cielos, por lo tanto, pertenecemos a Su reino celestial y obedecemos las leyes del cielo. Nuestros nombres están registrados en los cielos (Lc 10:20) y no solamente nuestra herencia nos espera allí, sino también todos nuestros hermanos que por fe en Cristo han partido antes que nosotras.
Por lo tanto, esperar es la consecuencia de nuestra ciudadanía celestial. La palabra “esperar” aquí expresa la idea de aguardar con paciencia, pero también con gran expectación. Por lo tanto, si somos del mismo sentir debemos:
1. Esperar ansiosamente al Señor.
2. Esperar con mucho anhelo a Cristo.
3. Esperar ardientemente a nuestro Salvador.
4. Esperar impacientemente a nuestro Rey.
Una verdadera ciudadana del cielo no solo espera, sino que anhela con todas sus fuerzas a Su Rey Y Salvador. Expresa su anhelo y expectativa por Cristo siempre como algo que es inminente y certero, mantiene su cuello y cabeza adelante en ansiosa expectación día a día sin bajar su intensidad. Ella sabe que pronto se cumplirá el gran deseo de su corazón, de ver cara a cara a Su Señor y Salvador.
Que el Señor nos ayude a anhelar con todo nuestro corazón, su presencia y pronto regreso.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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