El Señor Jesucristo dijo: “oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio” Mateo 5:27 y hasta ahí podríamos sentirnos tranquilas y orgullosas de no haber llegado al acto en sí; sin embargo, en el siguiente versículo, el Señor ahonda con profundo discernimiento lo que no es evidente a los ojos de los demás, pero si a los de Dios.
La codicia es desear intensamente y recrearse voluntariamente en pensamientos pecaminosos, y no significa una simple mirada a un elegante caballero como admiramos las flores, las montañas, o una puesta de sol. Significa ojos llenos de miradas de adulterio.
Externamente podríamos mostrar ser mujeres dignas y respetables, sin embargó nuestra mente podría estar vagando constantemente por los laberintos de la impureza.
De modo amadas que no nos debemos conformar con tan solo la abstinencia física del acto, sino con la pureza interior. Por lo que la ley prohíbe el acto, Jesucristo prohíbe el deseo.
La raíz de toda impureza sexual comienza en nuestro pensamiento; por lo que el pecado comienza en la mente; y si lo atesoramos, llegamos finalmente a cometer el acto.
El Señor nos aconseja que el mantenimiento de una vida mental incontaminada exige una estricta autodisciplina. Por eso él nos enseñó que, si alguna parte de nuestro cuerpo nos hace pecar, sería mejor perder nuestro miembro durante la vida que perder el alma por la eternidad.
¿Está hablando el Señor literalmente?, en cierta manera si, más Él sabía que contaríamos con la fortuna de tener el Espíritu Santo quien nos haría crecer en su gracia y renovaría nuestros pensamientos en Él y en su santidad; Sin embargo, debe haber una gran cooperación de parte nuestra.
Así que ¿cómo están tus pensamientos y deseos hoy?
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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