Ayer veíamos sobre el presumir de nuestras buenas acciones, y hacia quien van dirigidas. Nos quedó claro que es al Padre. También hablábamos sobre la mejor recompensa precedida a un acto bondadoso, y que esta proviene del Padre y no de los hombres.
Siguiendo con la misma área, continuamos con los versículos 2,3 y 4 del capítulo 6 del evangelio de Mateo que dice: “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”
El Señor nos relata un excelente ejemplo al momento de ofrendar, o de dar, parece increíble que los hipócritas atrajesen ruidosamente la atracción así mismos al dar ofrendas en las sinagogas o ayudas dadivosas a los mendigos en las calles.
El señor desecha tal conducta con un terso comentario “Ya están recibiendo su recompensa” lo que quiere decir: que su única recompensa es “la reputación que alcanzan en la tierra”
Por lo tanto, amada, cuando vayas a ofrendar debes hacerlo en secreto, debería ser tan en secreto que Jesús dijo a sus discípulos “que no sepa tu mano izquierda, lo que hace tu mano derecha”
El Señor utiliza este grafico mensaje para mostrarnos que nuestras colaboraciones o ayudas monetarias o de cualquier índole, deberían ser por el Padre, y no para conseguir notoriedad.
Además, todo lo que poseemos, inclusive aquello con lo que podemos ayudar a los demás, también procede de Dios, por lo tanto, no hay nada a mi alcance que me otorgue el derecho de encender bombos y platillos con el fin de buscar recompensa.
Debo aclarar que el pasaje no debe ser comprendido tampoco, como prohibiendo cualquier don que pudiese ser visto por otros, ya que es virtualmente imposible hacer que las propias contribuciones sean estrictamente anónimas. Simplemente el Señor condena la abierta exhibición en el acto de dar.
Una mujer que ama a Dios, no busca su propia grandeza por medio de sus acciones caritativas, sino la gloria de Su Padre celestial, quien se encargara de recompensar todas sus buenas obras de justicia en el momento indicado por Él.
Que el Señor nos ayude a confrontar y a limpiar nuestro corazón, para que nuestras obras de justicia resplandezcan por sí solas, sin necesidad de buscar una vana exhibición por nuestros propios medios.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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