Dirige tus pasos
Cuando yo vivía en mi amada Colombia, en la ciudad de Bogotá, trabaje un largo tiempo como vendedora de cosméticos. Cada día tenía una ruta de clientes definida a visitar.
Un día dentro de una de esas rutas me tope con una clienta muy querida y amable, quien se ofreció hacerme la pedicura y me dijo algo que nunca olvidaré. Me recordó que mis pies eran tan importantes como mis ojos, mis manos o mis piernas. Me dijo que debía cuidar y hacer un buen uso de ellos, de darles un previo descanso y relajamiento porque eran ellos quien me llevaban diaria y directamente a mi meta laboral, ¡sin ellos no podría ir a ningún lado! recalcó ella con gran esmero; e inmediatamente se proveyó de su indumentaria e inició la limpieza de mis pies.
Esa memoria me llevo a reflexionar y recordar, cuando nuestro amado Señor Jesucristo se ciñó una toalla y lavó los pies de Sus amados discípulos, apóstoles. (Juan 13: 1-11)
El Señor en un acto humilde y de grandeza nos quería dejar una gran enseñanza que debíamos recordar mientras estuviéramos en esta tierra.
Al andar como cristianos por este mundo, contraemos una cierta contaminación. El oír palabras y conversaciones viles, contemplar cosas impías y trabajar con personas impías inevitablemente contaminan al creyente. Por lo que necesitamos de una constante purificación.
Esta purificación se hace por medio del agua de la palabra. Al leer y estudiar la biblia, al oírla predicar y al conversar acerca de ella entre nosotras, encontramos que nos purifica de las malvadas influencias que nos rodean.
Diariamente debemos decidir si utilizar nuestros pies para correr a hacer el mal o hacer el bien que es el camino trazado por el Señor Jesucristo para nuestras vidas.
Efesios 6: 15 nos habla también de la armadura del cristiano e incluye la vestimenta de los pies. “y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” esto nos sugiere una disposición constante de hablar del evangelio, las buenas nuevas de paz; con el cual podemos caminar seguros en territorio del enemigo, aunque no pertenecemos a este mundo, tenemos que vivir en el (Juan 17:15)
Cuando nos relajamos en nuestro camino sin pensar por donde andamos caemos en un mortal peligro.
Nuestra seguridad debemos hallarla siguiendo los hermosos pasos de nuestro Salvador, llevando las buenas nuevas y proclamando la paz. En pocas palabras dirigiendo nuestros pies hacia la ruta de nuestro salvador.
Frances Ridley Havergal dijo “Señor Toma mis pies, haz tu que sean prestos y hermosos para ti”
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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