Introducción
Creo que todas nos hemos preguntado en algún momento ¿quién soy yo? ¿De dónde vengo? Y ¿Para dónde voy?
Aunque parezcan preguntas muy difíciles de responder, la verdad es que a la luz de Dios no lo son. pero mientras la mujer este fuera de la comunión con el Señor, siempre lo van a ser.
Desde joven comencé formulando esas mismas preguntas a mis Padres, quienes respondieron con la única verdad, de que éramos creación de Dios.
Aunque muy profundo en mi corazón lo creía así, mi lado curioso y la tentación del enemigo me llevaron siempre a pensar, ¿Y que si esto es mentira? ¿Qué, si hay algo más allá?
Mi pensamiento libre pudo más que la verdad absoluta del Señor.
Indague en diferentes libros, me encantó la filosofía, sentía que por fin había encontrado el porque de mi existencia. Me era fácil escribir y entender pensamientos de otros hombres, aún cuando estos fueran locos, confusos y contradictorios.
Sentía que el verdadero conocimiento era eso. Ser confuso y hablar con palabras técnicas y rebuscadas que marcaban la diferencia en cualquier exposición, explicándolas con mis propios argumentos. “Mis verdades”
También siempre quise ser talentosa en algo, tal como, canto, danza, artes, etc…
Nunca lo logre, era buena en muchos aspectos y áreas en mi colegio, pero no lo era lo suficiente para hacerme experta y profesional en algo puntual.
En mi niñez solía cambiar a menudo con respecto a lo que quería ser de grande, un día era veterinaria, al otro día arquitecta, en fin.
Muchas veces, estando sentada en el bus que me llevaba al trabajo me preguntaba ¿A qué lugar del mundo pertenezco? Sentía en mi corazón que había un lugar especial esperando por mí, no sé, Podría ser París, Alemania, en fin; Mi pensamiento material no podía llevarme más allá de lo que podía ver. Sin embargo, era Dios quien estaba tocando la puerta de mi corazón.
Hoy viviendo en Suecia, casada con mi amado esposo y recordando todo ello, surge este largo estudio que quiero compartir con todas ustedes.
En mi tierra lograba entender a medias mi propósito, más aquí en este país frio y lejano, el Señor abrió mis ojos y por fin pude entender Su voluntad y propósito para conmigo.
El milagro más grande que le pude ocurrir a una mujer es que Dios toque su corazón y transforme su vida para darle comunión con él y cambiarla de posición. Ayer estaba muerta, hoy estoy viva. (Juan 5:24)
Ser mujer, va más halla de solo existir. Ser una mujer cristiana y virtuosa trasciende el pensamiento del hombre y alcanza el borde del omnipotente.
Ser mujer cristiana es vivir una vida en abundancia aquí, sembrando para recoger en la eternidad sin dejar de honrar a Dios en ninguna de las dos.
Acompáñame desde hoy en este viaje tan maravilloso de no solo ser mujer sino de Ser una verdadera Mujer Cristiana. ¿Te ánimas?
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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