Se decía antiguamente “Ama a tu prójimo y aborrece a tu enemigo” la ley había enseñado a los israelitas a amar a su prójimo (Lv 19:18). Aunque nunca se les había enseñado a odiar sus enemigos, este espíritu subyacía a mucho de su adoctrinamiento. Esta actitud era un sumario de la perspectiva del AT hacia aquellos que perseguían al pueblo de Dios. (Salmos 139:21,22) Era una hostilidad justa dirigida contra los enemigos de Dios.
Sin embargo, el Señor Jesús demanda de los verdaderos hijos de Dios lo siguiente:
1. Amar a nuestros enemigos.
2. Bendecir a los que nos maldicen.
3. Hacer bien a los que nos aborrecen.
4. Orar por los que nos ultrajan y nos persiguen.
¿Por qué razón debemos hacer esto?: porque debe mos demostrar ante el mundo que somos hijas verdaderas del Altísimo que está en los cielos; Quién hace salir el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
Debemos demostrar que actuamos coherentemente con el carácter misericordioso y piadoso de Dios, debemos demostrar que somos hijas legitimas de nuestro Padre celestial.
El Señor aclara que amar a quienes nos aman no trae sacrificio con ello, más amar a nuestros enemigos trae recompensa del cielo, Dios nos bendice cuando actuamos de esta manera.
Además, los incrédulos aman a sus seres queridos y cercanos, entonces ¿Qué nos diferenciaría de ellos?
Si saludamos solo a nuestros hermanos, familiares y conocidos, ¿qué hay de extraordinario en ello? Los que viven sin Dios también lo hacen.
Amar a nuestros enemigos es ser perfectas, como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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