1 parte
Cuando hablamos de herencia, nuestro sentido común nos lleva siempre a relacionar esa palabra con algo monetario. Y por supuesto que realmente lo es, herencia tiene que ver con dinero, propiedades etc.
Nos alegra el corazón, pensar que existe alguna herencia secreta de alguno de nuestros familiares, que nos va a ser muy ricas en un santiamén. Y con un suspiro en sueño pensamos ¡cómo se me arreglaría la vida, si fuera rica!
O tal vez soñamos con alguna alma caritativa que decida colocar nuestro nombre en su apreciado testamento que se resume en muchos ceros a la derecha de un imponente número que nos hace brillar los ojos del materialismo.
Muchos rigen sus vidas y estados de ánimo al hecho de contar con una cuenta bancaria generosamente dotada, y con costosos inmuebles y propiedades.
De acuerdo con esto, se puede decir, que una persona es rica dependiendo de cuando poder adquisitivo posea. Materialmente hablando.
Debo aclarar que ser rico no es pecado, tampoco lo es ser pobre. El Señor dice que habrá ricos y pobres hasta los últimos días antes de su segunda venida. El pecado es cuando el corazón del hombre se vuelve avaro y sin escrúpulos.
No en vano dice el dicho que el hombre entre más tiene más quiere. La avaricia es el Terrible pecado que lleva al ser humano hasta los límites de su deseo y desborda el lado oscuro de su carácter para poder obtener lo que quiere.
Más el Señor mide esa riqueza de acuerdo con la calidad y estado del corazón del hombre.
¿Esta tu corazón siendo transformado para la Gloria y honra de tu Señor?
Con amor, Tania M Olsson. Nos veremos en una próxima oportunidad con una reflexión más, aquí en Diario de una mujer cristiana. Bendiciones mil.
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